Sales de casa. Creyendo que dominas tu vida. Y mientras caminas por la calle 14 de Wainwright sientes que todo es maravilloso. El sol brilla. Pero de manera que no ciega tus ojos. Simplemente los ilumina. Y la letra es triste. Triste. Pero llena de esperanza. Giras a la izquierda al llegar al semáforo. Como siempre. Y aquel sol que antes gemía sobre ti, se abalanza ahora lleno de un abrasador infierno. Y sufres. Y lo sufres. Pero debes seguir adelante. ¿Alguien te ha visto? ¿Crees que alguien te ha visto? ¿O que alguien te ve? Y mientras te levantas, sigues pensando qué haría él. Seguro que escribiría una letra. Llena de esperanza y optimismo. O de todo lo contrario. Qué más da. Acertaría de pleno. Seguro. Como siempre lo ha hecho. Y aunque el mundo no le entiende -ni te entiende- tú sigues su juego. Porque tú sí que lo has comprendido. Y te levantas. Ignorante a los miedos y peligros que se ciernen sobre ti. Sin miedo. Caminando sin miedo. Y al finalizar tu camino, un papel. Y algo escrito. Quizá vosotros tengáis la respuesta.
Extracto de la vida rutinaria.
|